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Mi Espiritualidad

¿Te sientes lejos o cerca de tu Espiritualidad?

Cuando una persona se siente cerca de los límites de la vida es normal que experimente cambios con respecto a su espiritualidad. Puede ser un acercamiento, como consecuencia a la sensación de dolores físicos, psicológicos y espirituales.

Pero también hay casos en los que se produce un alejamiento, a causa de pérdidas cercanas que ponen en jaque el sentido que uno le da a su propia vida. 

Espiritualidad no es religiosidad

La espiritualidad va más allá de las creencias religiosas que pueda tener una cultura, familia o persona. Tiene más que ver con experiencias humanas que trascienden lo sensorial.

La religiosidad se apoya en ritos y tradiciones que son practicadas de forma similar por miles y hasta millones de personas. En cambio, la espiritualidad se manifiesta de forma única en cada persona. 

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Superar la tragedia

Es mucho más fácil decirlo que hacerlo y, en este sentido, cada persona es un mundo distinto afectado por miles de acontecimientos. Entre ellos: pérdidas familiares o amorosas, accidentes y tragedias, algunas incluso causadas por otras personas.

De la misma forma en que la espiritualidad es distinta para cada persona, el camino que cada uno toma ante la crisis es singular y necesario. En pocas palabras: cada uno debe hacer su propio proceso.

Pérdida de los valores espirituales y recuperar el “sentido” de la vida

Algo que sí se suele repetir de persona a persona es la pérdida de los valores espirituales ante una tragedia que golpea de cerca. Varios autores han señalado la importancia de encontrar un nuevo sentido a la vida ante estos acontecimientos.

Uno de ellos es la psicóloga húngara Edith Eger, discípula de la corriente de la logoterapia desarrollada por Viktor Frankl, quien compartió su misma suerte. Ambos vivieron en carne propia un campo de concentración nazi que les arrebató a su familia y amigos cercanos.

Eger perdió a sus padres en Auschwitz, en donde ella misma se salvó de las cámaras de gas junto a su hermana. En su relato autobiográfico,  “La bailarina de Auschwitz”, relata, años más tarde, cómo sus dotes de baile cambiaron su destino al impresionar al genocida Josef Mengele.

Después de enfrentar la muerte, la desnutrición y el vacío existencial absoluto, Eger sobrevivió, día a día, aunque su cuerpo tuvo secuelas por mucho tiempo. Pero su pesar no terminó con la caída del nazismo. Después de la guerra se vio atrapada junto con su flamante esposo en la Checoslovaquia tomada por los comunistas

Tuvo que vivir un periplo para atravesar la cortina de hierro y, finalmente, pudo llegar a los Estados Unidos en donde empezó su nueva vida. Allí trabajó muy duro y, una vez establecida en Texas, se convirtió en una reconocida psicóloga y terapeuta de las fuerzas armadas estadounidenses.

Su historia es la de una persona que enfrentó una tragedia absoluta y pudo volver a encontrarse con su espiritualidad al brindarle un nuevo sentido a su vida. Este sentido fue ayudar a personas que habían sufrido eventos traumáticos similares a los que ella vivió.

En palabras de la propia escritora: “La libertad reside en aceptar lo sucedido. La libertad significa armarnos de valor para desmantelar la prisión pieza a pieza”. Además de su éxito profesional, la vida le dio otras recompensas: su primer libro publicado se convirtió en un bestseller internacional.

Nada es definitivo

En el caso anterior vimos a una mujer que pudo haberse victimizado toda su vida, pues tenía razones de sobra para hacerlo, pero no fue así. En cambio, logró entender que su experiencia personal le había dado otras herramientas para devolverle algo positivo a la sociedad.

Con esto en mente y a modo de conclusión, es importante que recuerdes que, mientras respires, tienes una vida por delante. Solo la más sincera humildad logra reconocer que un estado de la mente no es definitivo y que el cambio siempre es posible.

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